El día que Lehman paró al mundo
El shock fue masivo y el efecto en cadena, devastador. La hecatombe trajo extrañas reminiscencias del 2001 para los argentinos. Hoy preocupa que los monstruos del sistema lleven tatuado en el pecho “demasiado grandes para caer“. Y nadie parezca estar dispuesto a hacer mucho al respecto.
“Me acuerdo de haberle dicho a mi esposa que fuera a sacar dinero del cajero antes del fin de semana. Ella no entendió y me preguntó por qué. No sé si los bancos van a abrir el lunes, le dije”. Puestos a adivinar, cualquier argentino que haya vivido la crisis del 2001 no lo pensaría dos veces. Un esposo se ve venir el corralito, no sabe qué hacer, le pide a su mujer que se haga de efectivo como si atravesar el fin de semana fuera una proeza financiera de anticipación y pesimismo.
Pero no. La escena no transcurre en Villa Crespo. Ni el marido es un porteño atrapado en la paranoia de perder sus ahorros... otra vez. La cita es de Mohamed El-Erian, el CEO Pacific Investment Management y el administrador del fondo de bonos más grande del mundo. Se lo dijo a Bloomberg mientras recordaba cómo habían sido esos días confusos de septiembre de 2008 en los que Wall Street parecía un castillo de cartas ubicado en plena corriente de aire. Hablaba de EE.UU.