Por qué las hipotecas aún dependen más de la política que de los bancos

No es tapar el sol con la mano. Es, en rigor, lo contrario: una insolación que en los últimos años fue difícil de tratar con los “métodos“ caseros. Y es que si bien las ganas de muchos por tener un techo propio permanecen inalterables en el tiempo y, por otro lado, se adivina que la voluntad política volverá a recalar en nuevas propuestas de líneas hipotecarias, todavía resulta poco alentador el escenario actual si se pretende reinstalar las condiciones económicas y financieras necesarias para tener un reverdecimiento legítimo del crédito.

05deAgostode2010a las07:56

A pesar de los numerosos esfuerzos de la banca pública y privada, la cultura de la desconfianza en el sistema financiero local profesada por el público con posibilidad de ahorro y heredada de la crisis de principios de la década ha debilitado el sistema. A la vez, el escepticismo en la moneda, sumado al cortoplacismo de los depósitos, la inflación y el espasmódico cambio en las reglas de juego, son los temibles factores que hoy impiden bajar las tasas y alargar los plazos.

Resulta paradójico que el Gobierno se esmere en recrear el crédito hipotecario, cuando por otro lado se echa mano de la inflación para estimular el consumo doméstico. En rigor, el argumento más corrosivo para cualquier familia que intente tomar un crédito es que, con inflación creciente en pesos y una devaluación potencial en vías de desarrollo –junto con valores de inmuebles congelados en dólares–, la ecuación resulta imposible y peligrosa.