Súper pasturas para los peores ambientes
En el establecimiento San Miguel triplicaron la producción de carne, 300 kilos por hectárea, implantando y manejando forrajeras adaptadas y de alta productividad en suelos con fuertes limitantes.

"En zonas problemáticas, la ganadería se puede transformar en un negocio competitivo y sustentable. Es posible cambiar: éste es el mensaje que queríamos transmitir a los productores con la experiencia. No todo está puesto en los precios, el conocimiento es clave", aseguró Joaquín González Bonorino, director de Gentos, una empresa líder en semillas forrajeras de clima templado, desarrolladas en el país.
Por su parte, Amadeo indicó: "Para que la adopción de cultivares de alta productividad resulte exitosa se requiere trabajar en extensión transmitiendo el paquete tecnológico adecuado. Éste fue nuestro objetivo en San Miguel".
Para diseñar un modelo de trabajo, se buscó integrar los conocimientos de todos los actores de la zona vinculados con la temática. Con ese fin invitaron al CREA (Consorcios Regionales de Experimentación Agrícola) Maipú ?al que pertenece García Mansilla?, a técnicos del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) y de empresas de fertilizantes y agroquímicos, y hasta productores de los campos vecinos, para que cada uno hiciera su aporte.
De entrada se hizo un mapeo de los ambientes del campo para conocer su aptitud, evaluar el riesgo hídrico y ver si había potencial para hacer pasturas de mayor productividad. Luego se hicieron ensayos, durante 3 o 4 años para seleccionar las especies forrajeras óptimas para cada situación y ajustar la tecnología de implantación: fechas de siembra, antecesores, manejo de cobertura, control de malezas y fertilización. Fue un largo proceso que les permitió definir protocolos de trabajo antes de empezar a aplicarlos en forma extensiva.
Las primeras siembras con las nuevas tecnologías comenzaron hace cinco años con 50 hectáreas y, poco a poco, se fueron extendiendo hasta llegar a 650 en 2012. En ambientes con pelo de chancho, que producían 2000 kilos de materia seca por hectárea/año, se obtuvieron 8000 kilos, mejor distribuidos a lo largo del año.
"Probamos un blend de agropiro con festuca mediterránea, descubrimos el potencial y nos dimos cuenta de que anda muy bien en la zona", dijo Amadeo. A su vez, en los potreros donde se obtenían 4000 kilos de materia seca por año se hicieron pasturas base festuca y se llegó a 13.000 kilogramos.
Para Amadeo, "el agropiro es el recurso que más debería avanzar en la cuenca del Salado, pero utilizando este tipo de protocolos. Uno no llega con la semilla y reemplaza así nomás el campo natural: hay toda una serie de pasos que si no se hacen, el cultivo puede fracasar".