La carne del lejano oeste en San Luis
La familia Nicolato apostó a un manejo integrado de la agricultura y la ganadería, que hoy le permite hacer tanto cría como terminación de novillos.
El desplazamiento de la ganadería hacia zonas históricamente no centrales para la actividad no es un condicionante para mantener los buenos índices de producción de carne a nivel nacional. Eso sucede porque el manejo agronómico y tecnológico que vienen adoptando los productores líderes está compensando muy bien la menor calidad ambiental de las nuevas áreas.
San Luis es una de las regiones en las que puede desarrollarse más la ganadería. Fue un área tradicionalmente criadora, aunque con la gestión de diversas innovaciones suma potencial como para hacer ciclo completo y combinar la agricultura con la ganadería.
La familia Nicolato conoce muy bien el centro-oeste de San Luis. Allí, José María Nicolato, junto con su esposa, se instalaron en el campo Las Taguas en el año 1969, cuando Pablo, su hijo (quien hoy trabaja como encargado), apenas tenía dos meses de vida. Las Taguas, en Villa Mercedes, está a 150 kilómetros de San Luis capital y era propiedad del suegro de José María, quien por entonces manejaba el campo desde Buenos Aires.
“Cuando nos instalamos aquí no había caminos y los terrenos arenosos y ondulados eran difíciles de transitar. En 3.200 hectáreas que tiene el campo había 500 hectáreas de alfalfa y todo el resto era campo natural. Solo había 450 vientres de cría sobre lotes de alfalfa”, recuerda José María, en diálogo con Clarín Rural.
Sin embargo, el campo muestra hoy una postal muy diferente, a tono con lo que la zona puede dar. Por eso, lo eligió hace pocos días el Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina (IPCVA) para realizar una jornada de actualización para la región.
Con el aporte de la agricultura, de tecnologías como el silo, el alambrado eléctrico, la siembra de verdeos de invierno y el manejo estratégico de la napa en la implantación de praderas, los índices de este campo se vienen multiplicando. “Acá, la napa varía entre los tres y los cinco metros en varias zonas del campo y juega un rol muy importante para favorecer a las praderas y a los cultivos agrícolas. Es una herramienta que aporta estabilidad a la producción”, dice Pablo Nicolato, que es ingeniero agrónomo.
“Apenas llegamos al campo, las napas estaban más allá de los doce metros -dice José María-, pero luego del terromoto de Caucete (San Juan) en 1977 algo cambió en la zona. Las napas se elevaron y también aparecieron en la geografía lagunas que antes no existían”, recuerda.
Las tres actividades del establecimiento son la cría, la invernada (con corral de terminación) y la agricultura, pero el objetivo principal de esta última actividad es el aporte de grano a la hacienda.