Tambos intensivos, obligados a tener cada vez más vacas

Deben crecer en escala para seguir siendo rentables. La visión de un experto chileno sobre sistema estabulados.

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Arturo Scheidegger disertó en Villa María, en la jornada Tambo Líder, sobre sistemas lecheros estabulados (Prensa Villanueva).

Arturo Scheidegger disertó en Villa María, en la jornada Tambo Líder, sobre sistemas lecheros estabulados (Prensa Villanueva).

28deNoviembrede2014a las08:09

En el Valle de Casablanca, próximo a la ciudad de Santiago de Chile, el tambo tiene la difícil misión de competir en tierra y en prestigio con las vides y la producción de frutas, referentes comerciales del país trasandino a nivel mundial.

Más allá de estar en inferioridad, la producción de leche chilena bajo el modelo estabulado se las ha arreglado para sobrevivir y ser rentable. Este sistema intensivo tiene en Arturo Scheidegger a un defensor acérrimo, quien ha dedicado sus últimos 30 años a estudiar y hacer evolucionar la producción de leche con vacas en confinamiento.

Scheidegger acuña como concepto universal para la lechería a la “medicina productiva”, una visión holística de la actividad que comenzó a gestarse en Estados Unidos hacia 1980. “La meta última de la medicina productiva es la salud económica y el bienestar del propietario del establecimiento”, aseguró a La Voz del Campo este asesor de grandes tambos en Chile, Uruguay y Europa, durante su visita a Córdoba.

Mayor escala

Scheidegger desembarcó esta semana, por primera vez, en una cuenca lechera de la provincia. Fue en Villa María, como principal disertante de Tambo Líder, una jornada de dos días convocada por las empresas Forratec, Claas, CHR Hansen y Villa Nueva, y que congregó a veintena de establecimientos lácteos de punta de todo el país; todos con un mínimo de 1.100 vacas en ordeñe.

Convencido de que la lechería mundial tiene espacio para crecer tanto bajo los modelos pastoriles como los estabulados, Scheidegger observa sin embargo una tendencia de los sistemas intensivos a crecer en escala, como requisito para mantener la rentabilidad.

“El mínimo de vacas para hacerlo rentable es cada vez mayor. Cuando comencé hace casi 30 años, un tambo de 100 vacas era una lechería decentemente grande. Hoy en día, el mínimo está por encima de las 500 vacas; los productores que tienen por debajo de ese número y afrontan los costos de personal, de maquinaria, y de contratar asesoría, la tienen difícil”, sostiene el referente chileno. Es más, asegura que ya hay colegas suyos en Estados Unidos que están proyectando que la viabilidad se dará sólo en aquellos tambos intensivos con más de mil vacas en producción.