Elaborar vinos de alta gama ya no tiene glamour

Cuatro bodegas especializadas en productos de calidad premium sufren el atraso cambiario para exportar y la inflación de los costos de cosecha y poda.

Las bodegas al no poder trasladar el aumento inflacionario de sus costos a los precios sacrifican las utilidades.

Las bodegas al no poder trasladar el aumento inflacionario de sus costos a los precios sacrifican las utilidades.

19deSeptiembrede2015a las10:05

"Bodegas boutique", "vinos de alta gama", "maridajes", expresiones con resonancia de cavas a media luz, ocres de toneles y corchos, violáceos o dorados en copas de cristal. Escenas de placer y distinción que en nada evocan la tormenta perfecta que envuelve a los viñateros, que no tienen ni para pagar las labores de sus fincas y muchos están poniéndolas en venta.

Los bodegueros tampoco están pasándola bien: comparten las angustias de la producción agroindustrial, en un negocio que tiene un ciclo financiero largo con mucho capital inmovilizado, sobre todo si se inicia desde el cultivo de la cepa, que tarda años en expresar su potencial.

La alta presión tributaria con larguísimas dilaciones en los reintegros, el valor remachado del dólar, el flete descomunal y las dificultades para importar insumos son los conflictos que más mencionaron los bodegueros consultados para esta nota, la mayoría con emprendimientos chicos y familiares.

"Hoy nos conviene comprar uva a un productor que cosechar la nuestra", dice Marcelo Rivier, socio de la bodega que lleva su apellido, fundada por su padre, suizo, en 1957, con una finca de 100 hectáreas y 60 hectáreas de viñedos. "Hace años que la uva vale más o menos lo mismo, mientras los costos de cosecha, poda, insumos y demás subieron con la inflación".

El tema es delicado y genera una controversia en la familia: están los que quieren hacer las cosas como se planearon en condiciones más normales -esto es, plantando las cepas que se presume gustarán en diez años o cosechando las uvas propias- y los que ven que la sustentabilidad económica hoy penaliza ese trabajo y dicta otro camino.

"Teníamos un mercado externo armado. En 1998 empezamos a exportar y llegamos a Estados Unidos, Canadá, Suecia, Holanda, España, algo a Brasil y China. Pero fuimos perdiéndolos por falta de competitividad. La presión fiscal y laboral hoy es infernal. Solo nos quedamos con Suiza, casi por parentesco, y Japón, porque nos resistimos a perder ese cliente", dice Rivier. "Hoy Mendoza tiene 200 millones de litros de vino de excedente", lamenta.

La bodega produce entre 600.000 y un millón de botellas al año, todas de vino propio, y las vende en canales selectos: vinotecas, hoteles y restaurantes y eventualmente alguna boca puntual de supermercados.