En la mesa de fin de año habrá alimentos de todos los continentes

Un experto de la Fauba analiza cómo se internacionalizó la producción de carnes, frutas y dulces.

31deDiciembrede2018a las10:21

La primera globalización no fue política, económica ni financiera, fue la de los alimentos. Consumimos alimentos originarios de todos los continentes y ninguno de estos alimentos son parecidos a sus ancestros originales.

El tamaño, la apariencia, la composición nutricional, los lugares de cultivo o cría son todos atributos obtenidos por los diversos mecanismos de selección empleados desde la revolución neolítica, la de la aparición de la agricultura, es una contribución de culturas que nunca habían intercambiado productos o conocimiento entre ellas. Nada en la naturaleza es parecido a lo que vemos en una verdulería, granja o despensa. Además se calcula que el 70 % de los cultivos de los países están basados en especies originarias de otros lugares distantes.

En Estados Unidos, a pesar de su gran extensión, hay pocos productos que se han internacionalizado, solo el girasol, parte de las frutillas (se hibridaron con las de nuestra Patagonia), los arándanos y el pavo. Este que es el ave criada más grande (salvo los pocos avestruces que se crían para carne) es uno de los clásicos navideños en muchos países o del Día de Acción de gracias en Estados Unidos.

La tradición del pavo viene desde los aborígenes de Massachusetts, que generosamente colaboraron con los colonos en su actividad agrícola y de pesca, y formó parte de los festejos tras la primera cosecha exitosa en 1623. El menú fue pavo, cazado en los bosques, acompañado de salsa de arándanos cosechado de los arbustos silvestres cercanos. Los cultivos obtenidos en la cosecha era maíz, frijoles y calabazas, los llamados “tres hermanas”, todos nativos.