Montó un taller en un potrero y sus cuadros camperos los quieren de todos lados: “Es muy difícil exportar”
Catalina Ruiz es politóloga y artista; sus raíces de campo se reflejan en sus obras que combinan arte y naturaleza
Catalina Ruiz tiene un don. En un contexto donde pareciera que el arte pierde relevancia, con 26 años transforma una planta, un hongo o una flor en una obra con valor de exportación y creó una comunidad de aficionados por la pintura que la siguen y le encargan sus obras, tanto para decoración como para intervenciones publicitarias.
Catalina Ruiz, el despertar de una vocación
Su pasión por la pintura viene heredada de su mamá y de ahí también su amor por la naturaleza: “Es de La Pampa, Catriló y toda su familia se dedica al campo. Voy bastante para allá. Mi mamá es artista y da clases, tiene una escuela hace años y de chica pasaba mucho tiempo en su taller”, expresó Catalina en entrevista con Agrofy News.
Su papá es ingeniero agrónomo y productor hortícola y durante mucho tiempo se dedicó a la hidroponia: “Cuando tenía 18 me fui a Australia por el trabajo de mi papá. Estuve bastante en el campo y me voló la cabeza”, señaló Catalina.
Entre la política y la pintura
Sin embargo, el camino por el arte no fue su primera elección y decidió empezar a estudiar Ciencias Políticas: “Siempre me había ido bien en el colegio, me gustaba Historia. Pero cuando estaba cursando la carrera me aburría. Fui a una psicóloga y ella me recomendó empezar algo manual. Empecé a pintar. Hice cuatro cuadros un fin de semana, y vino una amiga de mamá a casa y me los compró todos”, relató la joven artista.
“Estaba estudiando en la UCA y decidí cambiarme a la Universidad del Salvador en Pilar donde tenía más espacio para pintar. Mi objetivo era terminar la carrera y meterle de lleno a la pintura y así lo hice”, contó.
Cuando se recibió empezó a trabajar en la ONG Red de Innovación local: “Lo que hacen es la metodología CREA pero aplicada a municipios. Mi puesto era bastante creativo, llevaba mis lápices y hacía innovación pública, mapas conceptuales, ideas, dibujando”.
Con la gran demanda de cuadros que tenía, al tiempo renunció y se fue a estudiar a Londres en Central Saint Martins: “Hice una clínica de arte y desarrollé más mi estilo”.
A pesar de no haber seguido su carrera como politóloga, Catalina se considera un híbrido. “Hago trabajos con empresas multinacionales, bancos, y creo que la carrera siempre lo potenció. Saber armar presentaciones, proyectos, planificaciones. Las Cs. Políticas me dieron mucha cultura y aprendí cómo transmitir una idea”, destacó.
En medio de un potrero: un taller soñado
El atelier de Catalina surgió en plena cuarentena: “El contexto tuvo un impacto positivo en mi trabajo. La gente estaba en su casa y quería transformarla, decorarla. Fue tremendo la cantidad de cuadros que vendí y el crecimiento que tuve”, contó.