La larga lista de reconocidos empresarios que suman hectáreas en Argentina: por qué todos tienen campo
La tradición, como resguardo de valor o la carencia de otras alternativas de inversión explican este fenómeno bien argentino
Un viernes de mayo de 1998, rodeados de espejos con marcos de bronce, los 100 accionistas de la otrora Bunge & Born, miembros descendientes de las familias Oster, Hirsch y naturalmente los Bunge y los Born, ocuparon el salón del segundo piso del Rihga Royal Hotel, en Manhattan, para confirmar con sus votos la estocada final de un gigante que supo reunir más de 40 empresas y 60.000 empleados alrededor del mundo. Allí, decidieron la venta de todas sus subsidiarias alimenticias, como Molinos Río de la Plata. Tiempo antes habían cedido otros activos industriales, desde Alba hasta Grafa. Sin embargo, detrás de lo que fue una sucesión de M&A’s que dotó de liquidez a los accionistas, se preservó un activo común a todas las familias: los campos.
En el país de las estancias tener un pedazo de tierra es motivo sine qua non para pertenecer. En otras palabras, por muchos años, el estatus se midió por la cantidad de hectáreas y cabezas de ganado que reunía cada apellido. Si bien en muchos casos sigue representado una llave de ingreso a ciertos círculos sociales y denota haber cruzado la línea de llegada en una carrera empresaria exitosa, hoy el campo es mucho más que eso y al dilucidar los diferentes motivos que esconde su tenencia se puede tener una idea más acabada de por qué gran parte del empresariado argentino no es tal sin su pedazo de tierra.
El peso de la tradición
En 1904, el magnate de origen alemán Alfredo Hirsch, miembro de Bunge & Born, llevaba solo siete años en el país cuando adquirió su primer establecimiento agropecuario. Ese campo es La Leonor, hoy, en manos de su nieto, Octavio Caraballo Hirsch, propietario de Estancias y Cabaña Las Lilas. Este caso es apenas una muestra de como a lo largo del tiempo los empresarios suelen destinar parte de sus ganancias a la compra de tierras y conservarlas, una tradición muy arraigada en la historia argentina.
Para Federico Nordheimer, de la inmobiliaria rural Nordheimer, históricamente ser el dueño de una estancia representó un símbolo de estatus, algo que en el interior del país sigue teniendo vigencia. Esa tradición se repite a lo largo de los años y en infinidad de familias de industriales, pero también banqueros y empresarios de los rubros más diversos desde el transporte, el supermercadismo y la salud.
Horacio Madero, socio y director de Compañía Argentina de Tierras, sostiene que desde 1960 hasta el 2000 hubo un incremento promedio del valor de la tierra del 1,5% anual en dólar constante. A su vez, el precio tuvo una suba aún más importante en la primera década del siglo XXI, al punto tal que si bien en los últimos años bajó, en la Pampa Húmeda, el precio de la hectárea sigue muy por encima de 2001. “Si en aquel momento, se pagaba entre 2000 y 3000 dólares por los mejores suelos, hoy, descontando la inflación, esas tierras cotizan a 10.000 dólares la hectárea”, sentencia al enunciar otro de los motivos por lo cual muchos empresarios eligen el campo como resguardo de valor.
Muchas familias encuentran en el sector agropecuario una alternativa para invertir los fondos que obtienen tras deshacerse de las acciones en una sociedad. “No hay que perder de vista que a cierta escala, las opciones de inversión en el país se acotan y si bien existe la posibilidad de comprar departamentos, cuando el ticket es muy grande no hace sentido comprar cientos de propiedades cuando se puede resolver dicha inversión adquiriendo solo una estancia”, compara Nordheimer.
Cuando la familia cordobesa Scarafía le vendió La Industrial Argentina, popular por sus galletitas marca Lía, a Arcor, en 1997, parte de los fondos se destinaron a reforzar sus intereses en el sector agropecuario, donde llegaron a reunir 13.000 hectáreas en cuatro establecimientos, incluída la estancia La Paz, que supo pertenecer a la familia del ex presidente Julio Argetino Roca. Una vez más, alternativa de inversión y tradición como camino para canalizar fondos frescos.