El rol desconocido del espejo en el campo y las anécdotas detrás de la evolución de la agricultura argentina

No era una tilde que se pintaba de azul, ni un “ok” lo que queríamos ver, era algo que a la niña con el espejo entre las manos llenaba de alegría

El rol desconocido del espejo en el campo y las anécdotas detrás de la evolución de la agricultura argentina
09deDiciembrede2024a las12:32

La agricultura es, en pocas palabras, el cultivo de la tierra. Pero cultivar la tierra es mucho más. Es una actividad llena de historias, de paciencia, de rezos para que llueva y quejas para que deje de llover. De familias que generación a generación, comparten los secretos y la pasión que se necesita para seguir sembrando y cosechando año tras año.

Crecí acompañando a mi papá en el tractor y en la cosechadora, teníamos un colchoncito de lana que fue tizada por mi abuela, en el que dormía mi hermano bebé en la cabina... Pero la mayor parte de las horas, mi papá las pasaba solo en el tractor, y mientras él estaba en el potrero, y nosotros en casa, y había una rutina muy especial para llamarlo a comer. 

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El 29 de noviembre fue el Día de la Agricultura en Argentina

No hace tantos años, no había celulares. No había mensajes de WhatsApp, ni 4G, ni siembra de precisión o piloto automático. Salíamos al patio a gritar “a comeeeer”, o, cuando la distancia era demasiada y la voz se perdía en el viento, usábamos un espejo. Era un espejo redondo, con un marco de madera, que yo llevaba en las manos mientras cruzábamos el patio y caminábamos con mi mamá hasta el camino. La primera tarea era ubicar en qué potrero estaba el tractor, y, cuando lo encontrábamos, casi siempre se veía chiquito, a lo lejos… Con el espejo bien agarrado, mi mamá guiaba mis manos hasta que el sol encontraba el cristal y un reflejo invisible viajaba hasta el tractor. El secreto era que la luz tenía que llegar a la cabina, y mi papá tenía que verla. En silencio, esperábamos que mi papá recibiera el mensaje.

No era una tilde que se pintaba de azul, ni un “ok” lo que queríamos ver, era algo que a la niña con el espejo entre las manos llenaba de alegría: mi papá se sacaba la gorra de la cabeza y la sacudía en el aire con energía durante varios segundos. Había recibido nuestra llamada: ya sabía que la comida estaba lista y vendría a casa a comer.

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Espejos, radios y celulares en la agricultura argentina

Usar el espejo para llamar a quien estaba trabajando a comer era una costumbre habitual para las familias del campo. Mi papá, Rubén (57), quien vivió siempre en el campo en la localidad cordobesa de La Tordilla, recuerda: “Cuando éramos chicos íbamos a hacerle señas al nono (su papá) o a los empleados que había, se les hacía señas con el espejo, y ya después cuando me hacían seña a mí a veces estaba lejos y no veían que les hacía seña de vuelta con la gorra, entonces les prendía y apagaba las luces del tractor y ahí veían y dejaban el espejo”.

Emir Noriega (48), trabajador rural de la familia desde 1996, cuenta: “En casa también me hacían seña con el espejo para que fuera a comer, cuando vivíamos en Diego de Rojas también, y desenganchabas lo que tenías en el tractor y te venias con el tractor hasta la casa… En realidad, vos mientras trabajabas en el potrero te guiabas por el sol y si te demorabas, te hacían seña con el espejo, y con alguna bolsa o trapo lo sacudías para avisarles que ya ibas”.