China, el motor del mercado mundial de soja
En los veinte años anteriores a la campaña 2012/13, la producción mundial de la oleaginosa creció 130% hasta ubicarse por encima de 265 millones de toneladas.

La producción y el comercio de soja se expandieron con fuerza en las últimas décadas, exhibiendo un dinamismo mucho mayor al de otros productos agrícolas. En los veinte años anteriores a la campaña 2012/13, la producción mundial de la oleaginosa creció 130% hasta ubicarse por encima de 265 millones de toneladas. En cambio, en el mismo lapso, las cosechas de trigo y maíz aumentaron sólo el 18 y 60%, respectivamente.
Por su elevada densidad proteica, la soja cuenta con sobrada capacidad para satisfacer las necesidades nutricionales del ganado porcino y aviar, aunque también tiene creciente relevancia en la industria de los aceites vegetales y biocombustibles. Su amplísima diversidad de usos es una de las claves para explicar el auge que ha tenido su consumo y la tendencia seguida por sus precios.
A diferencia de lo que se observa en otros cultivos, el mercado mundial se encuentra bastante concentrado tanto en la oferta -dominada por Estados Unidos, Brasil y Argentina en una proporción superior al 80%- como en la demanda. En esta última, China ha jugado un rol central en los últimos años, encabezando el crecimiento del consumo global. Esta situación justifica los esfuerzos por intentar comprender el papel del gigante asiático en un mercado de gigantesca relevancia para nuestro país.
La China antes de los ’90
Durante los años ochenta, China era un exportador neto de soja, colocando anualmente algo más de un millón de toneladas en mercados externos. Su consumo comenzó a crecer lentamente y a mediados de la década siguiente ya producía y consumía unas 14 millones de toneladas, logrando la autosuficiencia sin mantener participación destacada en el comercio. En aquel momento los embarques mundiales de soja rondaban las 30 millones de toneladas por año y en Chicago los precios fluctuaban entre u$s 200 y 300 por tonelada.
Sin embargo, en años posteriores, el área sembrada en China cayó ligeramente y la producción no siguió la misma trayectoria que la utilización, motorizada por las mejoras en el ingreso por habitante, la urbanización y el cambio en los hábitos de consumo. Por estos días, el país consume unas 75 millones de toneladas por año y su producción oscila entre 12 y 13 millones de toneladas, aunque se sospecha que la misma podría ser algo menor.
Este desenlace incrementó en forma notable su dependencia de importaciones, tomando al continente americano como su principal proveedor. La respuesta de occidente fue aumentar las cosechas, apoyándose más en un incremento del área que de los rindes por hectárea. Este fenómeno comenzó tímidamente en la década del noventa y cobró fuerza en la siguiente. Actualmente, en Argentina y Brasil la soja ocupa una superficie mayor que la del resto de los cultivos tomados conjuntamente, encontrándose próxima a las 50 millones de hectáreas. En el mismo período en que la superficie se multiplicó por cinco, la productividad unitaria no llegó a duplicarse.