Con la intensificación, el picado de maíz se hace más preciso
Producción de forrajes. El “feedlot” revolucionó el manejo del silaje. El recurso achicó su tamaño y ganó en eficiencia.
Evaluar el tamaño del material picado ayuda a ajustar y a tomar decisiones sobre el proceso de confección.
Así como la siembra directa produjo un cambio que potenció la agricultura argentina, la tecnología que revolucionó la producción de carne y leche en nuestro país es el silaje de maíz.
Un informe elaborado por los técnicos del Módulo TecnoForrajes del Inta Manfredi, Mario Bragachini, Federico Sánchez, Gastón Urrets Zavalía, Juan Giordano y José Peiretti, identifica las tecnologías que revolucionaron el silaje de maíz.
En las últimas décadas, Argentina sufrió una evolución de la superficie destinadas a silo de maíz y sorgo, en busca de una mayor eficiencia productiva en ganadería.
En los años 1990, el 80 por ciento del escaso silaje de maíz que se producía era destinado a la producción de leche, siendo poco significativo el destino de estos forrajes a la producción de carne.
En la última década, también se ha originado anualmente un marcado incremento de la superficie picada para leche, pero acompañado de un fuerte aumento de las hectáreas destinadas a la producción de carne ( feedlot ); lo que indica una evolución hacia sistemas más intensivos de producción.
Es importante destacar que este forraje conservado, ha incrementado su participación en la dieta de un 15 a un 40 por ciento y su tiempo de uso pasó de cuatro a seis meses (para cubrir baches de producción estacional de forrajes), a todo el año.
Cada vez más chico
Según datos del Inta Propefo, en la campaña 93/94 se ensilaron unas 80 mil hectáreas de maíz y sorgo, de las cuales el 90 por ciento era picado grueso. Veinte años después, en la campaña 12/13 se destinaron a silaje más de 1,5 millones de hectáreas, con un récord en la campaña 11/12 de 1,6 millones de hectáreas.
El aumento de la superficie que se produjo a mitad de la década de 1990 fue acompañado por una mejora de la calidad, que también evolucionó rápidamente, dado que en la campaña 95/96 de las 270 mil hectáreas que se destinaron a silaje, el 95 por ciento ya era picado fino y a la siguiente campaña esta cifra llegaba a 98 por ciento.