El socio pesado y oculto de la lechería
No debe de haber palabra más sobreutilizada en estos meses que “competitividad”. Funcionarios y dirigentes hacen uso y abuso de la palabrita mágica porque suena bien y además es políticamente correcta. Pero ya debería haber llegado la hora de ponerle punto final a tanta literatura para darle la bienvenida a la matemática.
La competitividad como palabra dicha al aire no deja de ser una gambeta a la realidad. Como número se convierte en una referencia para comparar contra las realidades productivas de otros países.
Es interesante observar entonces, con un nivel más profundo de análisis, cómo algunas cadenas del agro ganan y otras pierden en las olimpíadas de la producción de alimentos. Por ejemplo, en la cadena láctea los tamberos vienen advirtiendo desde hace años que las distorsiones y la falta de transparencia hacen que la industria y el supermercadismo se lleven los mayores márgenes, afectando las dos puntas: la producción y el consumo. Es cierto, y más cuando existen un contexto de alta inflación como el actual y una sobreoferta de leche que afectó los primeros meses del año, hasta que llegaron las inundaciones de Córdoba y Santa Fe. La participación del productor en el litro de leche según el índice Iapuco, que genera el Observatorio de la Cadena Láctea, llegó a estar en el 21,5% en enero de este año, luego de haber alcanzado su pico de participación con el 31,7% en diciembre de 2014. Desde ese piso se viene recuperando: en junio alcanzó 27,9%.