De los cereales a la carne y de la carne a la electricidad
Los Blumenstock viven en la pequeña localidad de Kleinallmerspann, a mitad de camino entre Frankfurt y Munich, en el sur de Alemania.
Markus Blumenstock junto a los biodigestores.
Los Blumenstock viven en la pequeña localidad de Kleinallmerspann, a mitad de camino entre Frankfurt y Munich, en el sur de Alemania. Desde la autopista se ven los campos ondulados con gran variedad de cultivos, desde vid y peras hasta trigo, cebada y maíz, y en los lotes que rodean a las casas de la familia los cereales son los protagonistas. Pero ellos, granjeros por tradición, hoy están lejos de definirse como productores de granos: el establecimiento de los Blumenstock es una verdadera fábrica de energía.
“En total trabajamos en 250 hectáreas, de las cuales el 70 por ciento son alquiladas y pagamos por ellas unos 800 euros por hectárea por año”, detalla Markus Blumenstock en diálogo con Clarín Rural, que llegó hasta aquí invitado por la firma alemana Basf. Blumenstock habla en representación de sus padres y su hermano, socios en esta empresa, y cuenta los detalles del planteo agrícola: “En invierno, cuando las temperaturas pueden llegar a -30 grados y la nieve cubre el campo durante tres semanas, cultivamos trigo y cebada. En verano, con temperaturas de hasta 40 grados, solo hacemos maíz”, explica.
El suelo de la región es limoso y tiene apenas un dos por ciento de materia orgánica, pero los rendimientos no son para nada despreciables. Con 800 milímetros de lluvia por año, una fertilización nitrogenada en primavera y el uso de estiércol como abono durante el resto del año, los Blumenstock obtienen promedios de 10 toneladas por hectárea de trigo, 8,5 toneladas de cebada y 55 toneladas de maíz picado con 35 por ciento de humedad. Y aquí viene lo interesante: en una región famosa por sus panes y cervezas, los Blumenstock prefieren usar la totalidad de sus cereales para el agregado de valor en su propio campo a través de la carne y la energía.