Kume Matrü, la marca colectiva que revaloriza el chivito mendocino

Con el apoyo del INTA, se asociaron y crearon un sello que les permitió obtener un 75 % más de rentabilidad por cada animal vendido, y sin intermediarios.

En el sur de Mendoza, unas 100 familias mapuches conservan el modo de producción trashumante.

En el sur de Mendoza, unas 100 familias mapuches conservan el modo de producción trashumante.

23deAgostode2017a las15:43

Al igual que sus antepasados, los González se dedican a criar y vender chivos. Lo mismo hacen otras cien familias de Malargüe y San Rafael, en el sur de Mendoza, pertenecientes a distintas comunidades originarias de la región. Allí, la producción caprina es el principal sustento económico y de esa actividad dependen el desarrollo territorial, el arraigo de los jóvenes y la consolidación de una identidad propia basada en la carne de chivo.

Aún hoy, desde los puestos de pirca que decoran la cordillera, los piños de cabra se crían de forma tradicional y trashumante. En esta zona de campos extensos y fríos extremos, los crianceros alimentan a sus cabras bajo un sistema productivo natural y ancestral, basado en pasturas ricas en minerales, fibras y proteínas.

“Sabemos producir y criar nuestros cabritos, pero tenemos grandes problemas para venderlos, porque recibimos precios muy bajos”, explicó Pedro González, el lonco o líder de la comunidad mapuche Malalweche. Por esto, desde hace cinco años, las organizaciones de productores locales trabajan para revertir la situación. Junto con técnicos del INTA Rama Caída −Mendoza− y mediante herramientas técnicas y de financiamiento propias de los programas Cambio Rural y ProHuerta, la comunidad creó la marca Kume Matrü, que en lengua mapuche significa “buen chivo” y engloba un gran concepto de valor vinculado a la reciprocidad.

“Ellos saben producir, pero les cuesta vender”, explicó Iván Rosales, extensionista del INTA Rama Caída. De hecho, en diciembre de 2015, los crianceros solos recibían $500 por animal vendido en corral. Un año más tarde, el precio pagado se redujo a un valor que oscilaba entre $400 y $450, lo cual llevó a que muchos productores eligieran no vender. “Por ello fue que, junto con las organizaciones, se determinó salir a competir al mercado y se tomó la decisión de comercializar los chivitos pagándose $600 a corral para fin de diciembre”, dijo Rosales, considerando que “un 20 % más era acorde al año transcurrido”.

De acuerdo con el extensionista, este año y de manera agrupada, los productores podrán vender sus chivos con un valor aproximado de $700. Así, si se considera el precio más bajo pagado por chivo en corral hacia 2016, el esfuerzo de organización colectiva permitirá que estos productores aumenten su rentabilidad en un 75 %.

“Mediante los organismos que conforman la Mesa de Organizaciones de la Economía Social del Sur Mendocino, se empezó a generar una marca propia de territorio de la carne caprina con el objetivo de abastecer a restaurantes y, a largo plazo, llegar a los consumidores directamente como una carne alternativa a la carne roja”, agregó.

Con el apoyo del INTA, esta iniciativa reúne las tradiciones productivas de las comunidades originarias, además de su cultura gastronómica, presente en los sabores de las recetas heredadas, generación tras generación.