La experiencia de un formoseño que triunfa en la lechería de Nueva Zelanda
Galardonado en los Dairy Industry Awards 2021, Diego Gómez Salinas crece con objetivos claros en una de las cuencas lecheras del mundo
Diego Gómez Salinas es formoseño, una tierra de calor y no tan adecuada para la lechería tradicional tal como la conocemos. Su padre es veterinario y desde hace más de 25 años es responsable del Control Lechero de la Universidad Nacional de Formosa. Siempre inquieto, como técnico en Agronegocios Diego consiguió una pasantía en Paraguay, en uno de los principales emprendimientos ganaderos de ese país, con la familia Figueredo, donde pudo recorrer toda la cadena productiva.
En Paraguay vio la oportunidad de crecer y decidió probar suerte en Nueva Zelanda. A sus 21 años llegó a la Isla Sur y durante dos años y medio estuvo trabajando en tambos, donde desarrolló todas las estrategias a partir del cargo inicial de asistente del encargado de esa unidad de producción, donde había 1.200 holando en producción, pero con la experiencia de haber integrado un equipo de trabajo estable de 14 personas. Pasó a organizar el ordeño con una calesita para 50 animales, además del personal y decidió cambiar de ubicación para escapar de alguna manera de los inviernos con 15 grados bajo cero, con un sistema 3, que tiene una proporción igual de pasturas y suplementos.
La Isla Norte en 2011 lo recibió en un campo con 600 vacas que se ordeñaban en una sala con la tradicional espina de pescado, siendo el segundo a cargo, con un sistema de producción 4, donde se suplementa más, incluyendo frutas de kiwi, el fruto de palma, maíz y silo. Por cuestiones familiares debió volver a la capital de Formosa en 2013 y de alguna manera dejó a su carrera en pausa por cuatro años.
“Conseguir trabajo en Formosa con un currículum enorme en la actividad agropecuaria no fue posible, entonces puse algunos negocios, pero con toda la burocracia para poder llevar adelante todo, los problemas con el personal, todo era pelear demasiado, trabajar muchísimo por muy poco y en 2016 le dije a mi mujer que volvamos a Nueva Zelanda. Con la mitad del esfuerzo de lo que estábamos haciendo íbamos a volver a vivir el doble o el triple mejor que en Formosa”, cuenta.
Diego sabía que sus antecedentes en la lechería lo iban a ayudar, incluso con su hijo mayor recién nacido. Llego y en la región de Tarañaki y en un campo con 600 animales consiguió trabajo como segundo responsable del tambo, desarrollando actividades en pasturas, personal, mantenimiento y a partir de eso conseguir la confianza para animarse a mudarse diez kilómetros y ser manager de un tambo que lo sigue teniendo como responsable absoluto.
Con un rodeo kiwi-cross, un tambo de tres en una misma empresa, cada jornada lo enfrenta al manejo completo desde la genética, el personal, la maquinaria, el mantenimiento general, se reúne una vez por semana con el jefe y responsable de la empresa para planificar lo inmediato y también para mirar a largo plazo a lo largo de cada temporada.
“En este campo de 142 hectáreas manejo 450 vacas y llegamos perfectamente a nuestro obejtivo de producción que son 65 mil kilos de sólidos, alrededor de 400 kilos por animal el año, con 390 vacas ordeñadas. Para este año queremos llegar al mismo promedio por animal”. En una buena región, “si bien nuestro objetivo es ordeñar leche, nuestro verdadero trabajo es producir pasto, que es el alimento más barato que tiene la actividad lechera, el que tiene menos impacto medioambiental y el más sustentable. La salud de los animales y la producción de pasto es lo más importante”, añade.
Con su tarea logró pasar de un sistema 3, a un sistema 2, que significa que la suplementación se retringe al diez por ciento de suplementación, con sustentabilidad interna al 90 por ciento, reduciendo costos y con menos dependencia de los precios interancionales y los suplementos, como puede ser la semilla de palma, que es fundamental en las dietas neocelandesas: “Estos dos últimos años el pago por la leche fue muy bueno, sin embargo en otras temporadas tener un sistema básicamente pastoril nos permitió apalancar con más márgen nuestras decisiones”.
Con mucha diversidad de sistemas, Diego comentó a Agrofy News que “en este campo, por cuestiones de manejo regional y de personal, cortamos entre un mes y medio y dos meses, en invierno, del 31 de mayo al 1° de agosto, para lograr tener entre 280 y 300 días de leche, ese es el objetivo”, con pariciones programadas que demandan mucha atención, ya que en el primer mes y medio de la temporada pare el 80 por ciento del rodeo.
“Organizar las pariciones como lo hacemos nosotros le permite al personal tener un buen descanso, pero también enfocarse en esta época que es tan demandante, sin haber grandes diferencias en la producción”.