Francisco Argiró, un joven emprendedor que dejó Buenos Aires para revolucionar el tambo familiar
Anduvo por muchos rubros y, por cuestiones de transición generacional, terminó a cargo del tambo de la familia en 30 de Agosto
Que el tambo no es fácil es algo sabido, pero también se conoce que es una actividad atrapante, desafiante y que todos los días propone alternativas diferentes, sobre todo en un país como este.
Detrás de cada tranquera hay historias interesantes que nos hacen reflexionar sobre una actividad que es tan diversa como los propios productores.
Criado en 30 de Agosto, una localidad al suereste de Trenque Lauquen, en 2002 Francisco Argiró decide ir a estudiar administración de empresas a la Capital Federal, pero el espíritu emprendedor empezó a ejercer su peso y cuando tomaba fuerza internet y el comercio electrónico hacia ahí fue su intención.
Desde la fabricación y exportación de carteras de cuero, hasta la importación de prensas para aceiteras, fue intentando una y otra vez a medida que las crisis se fueron sucediendo en nuestro país. Con otras iniciativas, viviendo en el conurbano bonaerense, disconforme entonces con una calidad de vida que comenzaba a desdibujarse, fue en 2013 que motivado por situaciones familiares decidió volver a su pueblo “en lo que era un impasse, para dar una mano”.
“En ese momento me encontré con una situación muy distinta a la de 2002, porque en el campo ya había más conectividad, entonces desde el oeste arenoso me dí cuenta que podía seguir conectado, accediendo a cursos y todo esto pasaba pudiendo vivir cerca de la familia y hasta pudiendo organizar un asado en el día, con la calidad de vida de poder vivir tranquilo”. Francisco habla hoy con cierta distancia de su historia reciente, porque los desafíos de lo cotidiano ahora le proponen otras instancias.
Su padre empezó a pensar en correrse del lugar de decisión en el tambo, para iniciar un proyecto turístico en la Patagonia, entonces “empecé dando una mano, sabiendo yo poco de esto. El campo era de mi abuelo, pasó a mi tía abuela, hasta llegar a mi papá que es ingeniero agrónomo, hizo ganadería hasta hacerse cargo del tambo”, donde con inseminación artificial cambió bastante lo que antes era una unidad productiva chica, pero con sistema pastoril y tambero mediero.
Ya recibido de veterinario, su hermano se suma al trabajo en el campo y fue el padre el que decidió “reapostar al tambo, para invertir y pasar de una sala de ordeño de siete bajadas, a uno de 20, con retiradores automáticos, puerta arreadora, invirtiendo en nosotros”.
Entonces pensando al tambo “como un videojuego, para meterle más computadora”, lo que en 2014 decía Francisco era tener un tablero de control, para poder ver toda la actividad en vivo y de forma conjunta.
El estaba desarrollando un programa para censar los tanques de leche de los tambos, en vivo, que le hizo ganar el premio Agroemprende en 2017, sobre el cual consiguió una patente, que recién se la entregaron este año.