Pérdidas de 600 litros: cómo sobrevive un tambo al calor extremo
El corazón de la cuenca lechera arde cada día, pero la tarea productiva no se frena y te contamos cómo se trabaja a pesar del termómetro
El termómetro en Rafaela marcó 41,3 grados y la diferencia entre estar a la sombra o al sol significa diferentes grados de agobio.
Esta semana la cuenca lechera está ardida y al estrés calórico de los animales se le suma el esfuerzo multiplicado de quienes trabajan en las fosas de los tambos, pero también el malestar por las pérdidas en litros de leche que se van con el calor.
Al sur del aeródromo de la “Perla del Oeste”, sobre la Ruta Nacional 34, el tambo de Juan Zimmermann nos recibe para mostrar lo que pasa en medio de la ola de calor en un tambo promedio, en un tambo real, de esos que hay por todo el país y que son los de mayor impacto social y económico en las comunidades.
Sobre tierra suelta, después de tantos días sin nubes, espera a la sobra de un tímido paraíso el responsable de este campo. Ya pasó la pelea por resistir a la que iba a ser una ordenanza de uso de fitosanitarios que no les permitiría seguir adelante y ahora toda la energía se vuelve a depositar en producir, en trabajar sin desacanso en esta tarea apasionante que es la del tambo.
Juan es ingeniero agrónomo y en su familia hace siete generaciones que están vinculados con el campo. Tiene por delante el desafío de la continuidad en la actividad productiva dependiendo de las elecciones profesionales que hagan sus hijas. Mientras tanto, se dice convencido que no tiene que agrandarse, que tiene que invertir para seguir trabajando y mejorando las condiciones para los animales y los trabajadores, pero en el tamaño de tambo que tiene hoy, que se armó de emergencia en 1968 cuando en el otro tambo de Santa Clara de Saguier el clima apuró las decisiones para trasladar animales.
Tiene hoy los dos tambos y toda la agricultura que se hace es para alimentar animales, entre maíz, sorgo y alfalfa, aunque también heno para rollos. Los maíces están resistiendo ya que por casualidad fueron sembrados tarde a pesar de ser de primera y tuvieron los beneficios de algunas lluvias intercaladas en el final de noviembre y el comienzo de diciembre.
En el tambo de Saguier se salvaron de la piedra, pero con un acumulado más importante de agua están más enteros.