El tambo de los Barra: instalaron robots para motivar a sus hijos y se sorprenden de los resultados productivos
“Estamos muy contentos con la decisión tomada”, dice Gustavo Barra acompañado por sus hijos, quien destaca que nunca miró por afuera del establecimiento antes de invertir
Lo lindo de ver a las vacas pastando en la alfalfa ahora se combina con la fila que hacen solas para esperar su turno en los robots odeñadores.
Esta es una postal que lentamente va adaptándose a la realidad de la producción primaria, que se da como respuesta al crecimiento, a la necesidad de reacomodar los tambos, pero también que se impone como alternativa para la continuidad familiar en las empresas lecheras.
En Ataliva, provincia de Santa Fe, la producción tambera es habitual, pero también de excepción por su relevancia en el mapa nacional. A metros de la Ruta 62, a muy poco de una de las cabañas de Holando más reconocidas, la familia Barra puso en marcha en agosto un tambo robótico que es el primero de la localidad, uno de los pocos de la región y ya disfruta de los resultados.
En 1972 fue el suegro de Gustavo Barra el que comenzaba con la aventura del tambo, y ya para 1987 lo invitaba a trabajar con él, para poder darle continuidad a una actividad que le no le era tan cercana, pero que lo terminó enganchando.
Instalando en 1994 en el tambo original una estructura de espina de pescado, fueron de los primeros en la zona de animarse al cambio marcando lo que el propio Gustavo destaca, “siempre fuimos un poco innovadores”.
De sus cinco hijos, sólo su hija no trabaja en el establecimiento y ya venían evaluando que las instalaciones “habían quedado un poco obsoletas”. Si bien tenían un proyecto de ampliar la sala de ordeño a 30 bajadas, “no teníamos el entusiasmo, la convicción, para avanzar en eso que era más de lo mismo, por más que hoy tengamos más tecnología disponible”.
Robots ordeñadores en el tambo: experiencia familiar
“Con mi esposa y con toda la familia decidimos avanzar hacia la instalación de los robots, porque sabíamos que esto le iba a dar una inyección anímica a nuestros hijos, les íbamos a permitir ver al tambo de otra forma, con otra posibilidad de manejo, que deje de ser una actividad tan desgastante”, agregó.
El planteo que hace Gustavo Barra tiene relación con los horarios extremos y la exigencia constante que propone el tambo, pero que no solo se resuelve con más tecnología, sino que necesita de equipos de trabajo que funcionen, que se complementen. También se requiere de un cambio de mentalidad para administrar la actividad, desde lo reproductivo, como el manejo de las pasturas, entre otras alternativas.